Por Oliver Tez Rodríguez
Dicen que cuando un médico se equivoca en algún procedimiento quirúrgico, lo peor que puede ocurrir es que una persona muera; de la misma manera si un abogado cometiere un error, ya por corrupción o incompetencia, un inocente iría a la cárcel o un criminal quedaría absuelto. No sucede lo mismo con el maestro, dicen que cuando un profesor se equivoca, generaciones enteras se pierden por haberle seguido. De esto se infiere pues, que la profesión del maestro es la de mayor responsabilidad, cuidado y tacto ético y por ello la más criticada, la más vituperada, la más ingrata. yo diría que así como es el número de estudiantes que asisten a diario a la escuela, es el número de críticas de las que es blanco el profesor, esto multiplicado por la mamá, el papá, los tíos, los abuelos, los vecinos y amigos del estudiante.
Todo el mundo se queja del maltrato que los profesores infringen sobre los estudiantes, se quejan de que no enseñan, se quejan del poco rendimiento académico de sus hijos, se quejan del mal comportamiento de los estudiantes, se quejan de todo.
El maestro está condenado por la sociedad y el estado a perfilarse como un ser supra humano, se le exige la beatificación o la adquisición de la aureola de los santos, negándoles el derecho a equivocarse o a cometer errores, pero también se les exige convertirse en monstruos o robots multiusos de mil ojos, de mil manos y cinco mil gargantas para que estén pendientes de 40 o 50 estudiantes simultáneamente.
El estado olvida que los maestros son personas y por ello los trata como números en sus estadísticas, y como obreros que no se encargan de personas, sino de otra clase de cosas; en sus pruebas de selección mecanicista estereotipa la individualidad, sanciona y sataniza la disertación y fuera de ello le acuña toda las desgracias que le pueden ocurrir a un estudiante que asiste a clases.
Pero el maestro de marcador y borrador, overol y botas también es puesto en el paredón ´por sus colegas de visa, de escritorio y decretos, ellos lo acusan de negligente, de la incapacidad para cuadratizar, triangulizar y rectangulizar el cerebro de sus estudiantes.
Y así con todo esto, los maestros continúan madrugando todos los días en este país de las maravillas o de la mendicidad, porque en la escuela lo están esperando aún muchos niños y jóvenes que creen todavía en ellos…
martes, 19 de mayo de 2009
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